martes, 23 de diciembre de 2014


“ESTRÉS Y TRISTEZA EN NAVIDAD” 
10 Consejos







En la época navideña pueden surgir diversos conflictos y emociones contrapuestas derivados del cansancio, la acumulación de actividades, pasar demasiado tiempo con la familia, el bullicio generalizado, las compras, las expectativas no cumplidas, las discusiones, los excesos en comida y bebida, los cambios de rutina…y por supuesto, la actual situación de crisis.
Los acontecimientos relacionados con el período navideño que más estrés y ansiedad generan son: Compras (76%), compromisos sociales (67%), exceso en los gastos (65%), cansancio general y “saturación” (60%).
Entre las primeras destacan el aumento de deudas,  un sentimiento de necesidad de gastar más (adicción a las compras como vía de escape), los gastos excesivos asociados a los compromisos sociales como cenas, salidas nocturnas y ocio, y gastos imprevistos.
Las razones relacionadas con nuestra forma física que acentúan el estrés se centran en un cansancio general por acumulación de actividades, la posibilidad de padecer insomnio por cambio de hábitos, la falta de ejercicio y los excesos en comida y bebida.
El estrés que se origina como consecuencia de nuestras relaciones sociales se agudiza debido a la mayor cantidad de compromisos sociales. Creemos que es necesario acudir a todos estos eventos, o bien nos vemos en la obligación de organizarlos nosotros mismos. Las reuniones familiares suelen ser las que mayor estrés producen debido a la incompatibilidad de caracteres con miembros de la familia, disputas familiares, o la necesidad de guardar las apariencias.
Además las vacaciones escolares de los hijos agravan los síntomas de estrés, por la necesidad de los padres para organizar actividades a los niños y el cambio en los patrones diarios de actividad.
Consejos para evitar el estrés en Navidad
   Planificar lo que tenemos que hacer, de tal forma que podremos aprovechar mejor los ratos libres que podamos tener.
   Prioriza, distingue entre lo que depende de ti y lo que no.
   Aprende a decir NO. No tienes por qué acudir a todos los eventos, ni a todas las reuniones familiares.
   Dedica tiempo al descanso y resérvate espacios propios, concédete un descanso, un tiempo de relajación
   Calcula un presupuesto realista y ajústate a él.
   Utiliza fórmulas como el “amigo invisible”. Calcula un coste limitado por persona.
   En la organización de comidas o eventos es conveniente implicar a los niños, familiares, amigos…en las tareas de organización y ejecución. Simplifica los menús o compra por encargo.
   En las reuniones familiares, evita temas comprometidos o que generen discusión.

Consejos para afrontar la tristeza en Navidad:
Si está en su primer año de duelo, “ese tiempo resulta especialmente duro, pues es cuando se sucede el vivir ‘el primer cumpleaños sin…’, ‘las primeras vacaciones sin…’ etc.”.
   Permitid la tristeza y buscad una manera de inventar nuevas tradiciones.
    Convoca una reunión familiar antes de que lleguen las navidades, en la que participen todos los miembros, niños y adolescentes incluidos. Ahí, cada uno habla de lo que le gustaría hacer estos días, de sus miedos y necesidades, como una forma de compartir los sentimientos por los que están atravesando, y juntos decidir qué es lo mejor para todos en estos momentos tan difíciles. Y después, “hacerle saber a la familia extensa lo que se ha decidido, y lo que necesitan de ellos, para evitar así la falta de comprensión que suele haber entre los allegados a la hora de celebrar estas fiestas”.
   También puedes buscar una manera de recordar al ser querido, por ejemplo, recordarles con una foto, una vela, nombrándolo, contando algo de él. Ésto quizá provoque que se salten las lágrimas, pero de alguna forma reconfortará haber podido tenerle presente, hablar de él, u honrarle. Es importante, además, que los niños estén presentes en estos rituales, y que ellos también aporten cosas. No es bueno hacer como si nada hubiese pasado
    Una manera de canalizar nuestra tristeza es hacer sentir bien a otro, por ejemplo trabajando de voluntario para los menos afortunados.
   Puedes hacer una “lista de gratitud”. donde plasmar las cosas positivas que te rodean. Todo aquello con lo que te sientes satisfecho de tu vida.
   Es recomendable hacer actividades que generen placer.
   Hacer deporte y dormir bien son remedios para prevenir tanto la ansiedad como la tristeza.
   También hay personas que se sienten “obligadas” a mostrarse felices en estas fechas, falseando su estado de ánimo o tratando de satisfacer lo que se espera de ellas. Expresa tus sentimientos y no idealices esta época. Comprender que hay muchas formas de vivirla, es importante para reducir los sentimientos de tristeza que produce la sensación de soledad.
   Entender que a veces es más la fantasía que nosotros tenemos acerca de cómo los demás están disfrutando que lo que realmente está ocurriendo, sirve para reducir la distancia entre lo que tenemos y creemos que deberíamos tener o deseamos tener en estas fechas.
   Evitar el aislamiento, reconocer y expresar nuestros sentimientos.

jueves, 20 de noviembre de 2014




ENSEÑAR A LOS NIÑOS EL ARTE DE LA PACIENCIA.
La paciencia es un hábito que los niños deben adquirir. Los niños, cuando son pequeños, tienen dificultades en entender el concepto de paciencia. Cuando quieren algo lo reclaman de forma inmediata, y a menudo se sienten frustrados al no poder satisfacer sus deseos. Los padres tienen la misión de ayudar a sus hijos a desarrollar la paciencia. Es importante comenzar a trabajar en la adquisición de este hábito desde los primeros años de vida. La paciencia es un valor importante que nos puede ayudar a desenvolvernos en la vida y a afrontar distintas situaciones de forma exitosa. Los padres no sólo deben ayudar a los hijos a ser pacientes, predicando con el ejemplo, sino que deben incorporar estrategias pedagógicas a los momentos que pasen con sus hijos para contrarrestar los mensajes de “si lo quieres, lo tienes ya mismo” a los que los niños están expuestos a través de la sociedad y los medios de comunicación.
Algunas recomendaciones para entrenar el arte de la paciencia en los niños.
- El ejemplo es de vital importancia para que los niños sean pacientes, esto quiere decir que si los padres llegan a un lugar y quieren ser atendidos de forma inmediata o de lo contrario se desesperan, no pueden pedirle a sus hijos que sean pacientes.
- No darles rápidamente lo que desean. En muchas ocasiones los niños hacen pataletas para conseguir diferentes elementos o alimentos, si los padres le dan lo que piden inmediatamente van a crecer como personas impacientes, que reciben todo en el momento que lo desean. Por ejemplo, le podemos enseñar a “ahorrar” para comprar algún objeto que desean,
- Para enseñar a los niños a tener paciencia es necesario mostrarles como esperar un poco. En ocasiones los niños llaman a los padres y estos acuden de forma inmediata dejando lo que estaban haciendo, lo apropiado es decirles que los escucharon, pero que irán en un momento, ya que están ocupados. De esta manera los pequeños aprenden a esperar. Es importante que los niños aprendan a esperar. Por ejemplo, cuando estamos hablando, no debemos interrumpir inmediatamente nuestra conversación cuando nos piden algo.
- Los juegos de mesa sirven como entrenamiento de paciencia. En estos juegos, debemos respetar turnos, reglas, esperar…Intenta jugar a juegos de mesa con tus hijos, es un aprendizaje muy útil.
- Escucha al niño. Cuando estás esperando en una larga fila para hablar con el cajero del banco, dile a tu hijo que sabes cómo se siente. Di algo como, “la espera puede ser dura. Pero todos tenemos que ser justos y esperar nuestro turno”. Indica a tu hijo que eres consciente de cómo se siente y luego pídele que te lo explique. Muéstrale a tu niño que estás escuchando activamente y te preocupas por lo que está diciendo. Pregúntale si está cansado, aburrido, si tiene hambre o tal vez miedo de perderse su programa favorito de dibujos animados. A veces, todo lo que un niño quiere es un poco de atención en estas situaciones.
- Un buen ejercicio para desarrollar la paciencia en los niños es sembrar una planta y mostrarle que el crecimiento de la misma tiene su proceso y que es necesario esperar. Se pueden ir juntos a regar la planta para ir observando la evolución. Es importante que realice actividades que no tienen una recompensa inmediata.
- Es apropiado premiar los comportamientos pacientes, esto quiere decir que cuando se llame a los niños, ya sea en el colegio y en la casa y se les pida que hagan una fila, el que lo haga de forma paciente y sin lastimar a los demás debe ser premiado o por lo menos felicitado por parte de los papas.
- Otro consejo apropiado para enseñar a los niños a tener paciencia es narrarles cuentos en donde los animales o las personas que son pacientes obtienen las metas deseadas. Estos cuentos deben ser divertidos y cada vez hablar de uno diferente, para que de esta manera los niños presten atención. Podemos también, utilizar cuentos largos. Así, no acabaremos la historia la misma noche y tendrán que esperar hasta la noche siguiente, después del continuará…
- Cuando sea necesario esperar, como es el caso de un aeropuerto o terminal, es apropiado llevar juegos o cuentos, para que a los niños no se le haga tan larga la espera.
- Es necesario conocer a los niños para discriminar si los niños llaman por una urgencia y debemos ayudarles de inmediato o, por el contrario, nos están demandado más atención de la necesaria.
- Debemos cumplir nuestras promesas. Si prometemos atender al niño en cinco minutos, o realizar con él alguna actividad, debemos cumplir con nuestra palabra. Si no es posible, explicarle las causas para que no se sientan olvidados, saber que les haremos caso ayuda a sobrellevar la espera con más facilidad. Los niños pueden elaborar una lista de deseos, así que cuando pasan por una tienda y quieren algo, les podemos decir que los escribiremos en la lista y que esperaremos a su cumple, su santo…etc.
Debemos intentar no enfadarnos hasta el punto de gritar cuando los niños cometan un error o hagan algo mal. Para enseñar paciencia, hay que ser pacientes.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

viernes, 28 de marzo de 2014

CUENTO: LA LECCIÓN DE LA MARIPOSA  (Anónimo)

LA LECCIÓN DE LA MARIPOSA 



Un hombre encontró el capullo de una mariposa. Un día, apareció en él una 
pequeña abertura. El hombre se sentó y observó durante varias horas cómo 
la mariposa luchaba, esforzándose para poder pasar a través de ese pequeño 
agujerito.

El hombre pensó que no progresaba, que la mariposa había llegado al límite de 
sus posibilidades y que no podía seguir avanzando; entonces, decidió ayudarla.

Tomó una tijera y cortó el pedacito restante del capullo.


La mariposa, entonces, salió muy fácilmente. 
Pero tenía el cuerpo hinchado y las alas 
pequeñas y arrugadas. El hombre siguió 
observando a la mariposa, esperando que, en 
cualquier momento, las alas pudieran agrandarse
y expandirse para poder soportar el cuerpo que,
de un momento a otro se contraería.

Pero esto no sucedió; la mariposa pasó el resto de su corta vida arrastrándose 

con el cuerpo hinchado y las alas encogidas, y nunca llegó a volar.
El hombre no había comprendido, en su buena intención y apuro por ayudar, que el 
obstáculo del capullo y la lucha necesaria para que la mariposa pudiera pasar por la
diminuta abertura , era el modo en que la naturaleza obligaba a que el fluido del 
cuerpo de la mariposa llegara hasta sus alas para que estuviera en condiciones de 
volar, una vez liberada del capullo.

jueves, 21 de agosto de 2014


¿Qué debes pedir a un psicólogo?

En la actualidad mucha gente admite con facilidad ante los demás que va al médico. Pero 
reconocer, en cambio, que se acude al psicólogo es algo no muy aceptado aún. Hasta hace 
poco, de forma general, se pensaba que “sólo los locos van al psicólogo”. Sin embargo, ir al 
psicólogo no es un sigo de debilidad o una “locura”, sino todo lo contrario, es una evidencia 
de fortaleza. Cuando buscamos ayuda psicológica, intentamos solucionar los problemas de 
forma valiente, directa y no los evitamos.

“La mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas, que 

en solucionarlos” Henry Ford (1863-1947)

El psicólogo, para ayudar a la persona que tiene el problema, utilizará todo su conocimiento 

científico y profesional, tratará confidencialmente toda la información que recoja, elegirá las 
técnicas más adecuadas para poner solución a los problemas que le exponen, orientará y 
asesorará, con el fin de proporcionar a la persona con dificultades, los “recursos personales” 
adecuados para afrontar los problemas.

Pero hoy no voy a hablar de las características, digamos, “técnicas”, del trabajo del psicólogo, 

sino de su conducta respecto a ti.

¿Qué debes pedir a un psicólogo?

1.SABER ESCUCHAR. No que te oiga, sino que sientas que te escucha. Que ponga los 

cinco sentidos en lo que le estás contando.

2.SINCERIDAD. Debes percibir que lo que te está contando no es ningún “cuento” destinado 

a que te sientas mejor, sino algo que tiene, como profesional, la certeza de que es cierto.

3.CERCANÍA. El psicólogo no es tu amigo, pero eso no implica que sientas que eres 

importante para él y que tus problemas le importan. Es fundamental sentirse a gusto con tu 
psicólogo.

4.CONFIANZA. Es fundamental que el psicólogo te inspire confianza para poder hablar con 

el de todo lo que te preocupa.

5.SENTIDO DEL HUMOR. Al psicólogo no vas a pasarlo bien y a reírte, pero un poco de 

sentido del humor ayuda mucho a ver los problemas desde una óptica más relajada y para 
desdramatizar.

Si tu psicólogo no reúne estas características, no tengas problemas en cambiar de profesional.


viernes, 11 de abril de 2014


PROCESO DEL DUELO


Entendemos el duelo como la experiencia subjetiva (cognitiva, conductual y emocional) que emerge ante una pérdida personalmente significativa. En este concepto tiene cabida cualquier tipo de pérdida,  desde las materiales a las relacionales (como la ruptura de una relación de pareja). En este texto vamos a centrar nuestra atención en las pérdidas que concurren en el contexto de la muerte de un ser querido, una experiencia universal en la que se desata una cascada emocional intensa.
La muerte de un ser querido implica un proceso de adaptación difícil. A lo largo de éste, aparece toda una constelación de emociones que en todo caso deben considerarse normales y no implican por sí mismas ninguna patología (tristeza, culpa, miedo, etc.). Sólo en aquellos casos en los que los síntomas se prolongan largamente en el tiempo o generan una descompensación muy importante, puede ser necesario articular un tratamiento psicológico. Aún así, los criterios a partir de los que se establece la naturaleza patológica de un proceso de duelo no están todavía suficientemente consolidados, por lo que a menudo tal consideración depende de la experiencia subjetiva del paciente. En todo caso, tal y como indican algunos autores, las diferencias entre el duelo patológico y el normal son cuestión de grado (no difieren cualitativamente, sino cuantitativamente).
En los esfuerzos por entender el duelo, autores de reconocido prestigio como Kübler-Ross han propuesto modelos basados en etapas que han trascendido los contextos académicos o profesionales, para incardinarse en el acervo del conocimiento común. Se trata del famoso proceso de duelo, cuyas fases son la negación (incapacidad para integrar la pérdida), ira (sentimientos de rabia dirigidos a uno mismo, a la persona fallecida o a otras personas), negociación (esfuerzos subjetivos por mediar en la realidad de la pérdida), depresión (decaimiento emocional y tristeza) y aceptación (integración de la pérdida en la narrativa de vida). Estudios empíricos sobre la cuestión han puesto en entredicho la linealidad de este proceso, indicando además que no todas las personas atraviesan las mismas etapas y que incluso es posible retroceder a aquellas ya superadas con anterioridad. Otro problema asociado a los modelos de etapas (entre los cuales el citado resulta paradigmático) es que parecen sugerir implícitamente que el superviviente tiene una actitud pasiva ante la pérdida, siendo simplemente una cuestión de tiempo la que conlleva la progresión entre las distintas fases.
Así pues, quisiéramos proponer en este texto un modelo basado en tareas, tal y como proponen autores recientes (Worden, 2011). Se trata también de un proceso, como en los modelos de etapas, pero requiere en el superviviente cierta proactividad (empoderamiento). En lo sucesivo analizaremos cada una de las fases propuestas por este autor.


FASES DEL MODELO DE DUELO BASADO EN TAREAS

Aceptación de la pérdida

Cuando se produce una pérdida, es habitual que la persona entre inmediatamente en un estado de shock. El shock es una experiencia disociativa cuyo propósito es defender a la persona de las consecuencias aversivas asociadas a cualquier hecho de naturaleza traumática.
El shock constituye un ejemplo claro de negación de la experiencia. Es habitual que en los primeros momentos la persona sea incapaz de reconocer que la muerte ha tenido lugar, llegando a comportarse como si ésta en realidad no se hubiera producido. De este modo, algunas personas continúan esperando durante cierto tiempo que el ser querido fallecido se ponga en contacto con la familia o que vuelva a casa para ocuparse de aquellas tareas que en vida le correspondieron. Algunas muertes (como aquellas que ocurren en algún lugar distante respecto a los supervivientes, o que son inesperadas y súbitas) son más difíciles de aceptar en un primer momento.
Es importante subrayar que toda muerte está acompañada, en un primer momento, de cierta sensación de irrealidad. Esto se debe a que el fallecimiento constituye una fractura severa de creencias firmemente consolidadas sobre una vida perenne, cuyo fin no suele atisbarse en lo cotidiano como una posibilidad real. Así pues, la experiencia no encaja con facilidad en la dinámica habitual del pensamiento, y por tanto se mantiene alejada de la corriente natural de éste, hasta que la persona es capaz de integrar el hecho y empezar a experimentar las emociones asociadas (lo que puede suponer una seria confrontación con los valores y los objetivos vitales). No existe emoción sin enfrentamiento de la experiencia, por lo que no resulta difícil explicar por qué ciertas personas parecen especialmente enteras justo poco después de la muerte, para pasar a desmoronarse afectivamente en las semanas/meses sucesivos.
Determinados actos rituales que se llevan a cabo en nuestra sociedad pueden facilitar la integración de la pérdida. Los funerales (por citar un ejemplo evidente) suponen la despedida socialmente pautada del difunto y el espacio en el que se reúnen los seres queridos del mismo para compartir su experiencia. Tener la oportunidad de ver el cuerpo del difunto y compartir quizá unas últimas palabras puede proporcionar alivio a muchas personas en esta fase del duelo (y resolver, paralelamente, la dificultad para aceptar la experiencia de pérdida). También supone un contexto en el que hay cabida para la expresión de las emociones asociadas a la pérdida (expresión que, ciertamente, con el paso del tiempo puede llegar a inhibirse en el caso de que otros supervivientes no toleren la emergencia emocional que lleva implícita). Parece que una ventaja de acudir al funeral es la facilitación del proceso de aceptación, y ésta podría ser quizá la meta con la que fueron originalmente ideados en tiempos remotos.
Empezar a hablar en pasado sobre la persona fallecida es una señal importante de haber asumido la pérdida. Como elemento terapéutico relevante, es importante que quien esté acompañando a una persona en las primeras fases del duelo se comunique con ella de un modo asertivo (con sensibilidad, respeto y aceptación incondicional), tratando de comunicar abiertamente la realidad del deceso. Quien lleve a cabo esta tarea, debe ser capaz de asumir reacciones difíciles en el superviviente, lo que no constituye una labor sencilla.
Sólo con la aceptación del hecho, puede tener inicio la gestión de la experiencia emocional. Este paso (la gestión) es quizá la tarea de duelo más cargada de connotaciones afectivas, y también la que puede generar mayores dificultades. A continuación abordamos esta fase y sus características principales.

Gestión de la experiencia emocional

Una vez asumida la realidad de la pérdida, el superviviente debe afrontar las emociones que se asocian a ella. Es frecuente que en estos momentos, la intensa emergencia de síntomas de tristeza o culpa propicie que los equipos sanitarios administren tratamiento farmacológico para proporcionar alivio, aunque esto no siempre es necesario y en todo caso va a requerir una precisa evaluación clínica.
Las emociones que acompañan al duelo son intensas, pero se consideran parte natural de un proceso a través del cual la persona ha de esforzarse por vivir una vida en la que el ser amado ya no está (tanto físicamente como simbólicamente). Así, aparecen emociones de tristeza e incapacidad para experimentar placer (anhedonia), culpa (tanto hacia la persona fallecida como hacia el superviviente o hacia Dios), miedo (especialmente en niños que han perdido a sus padres y experimentan sensación de desamparo), inseguridad (para asumir el rol que ocupaba antes la persona fallecida), etc.
También hay casos en los que el superviviente refiere un enorme malestar debido a que, con la muerte del ser querido, está experimentando emociones que considera inadecuadas. Es el caso de aquellas personas que dicen sentir alivio una vez producida la defunción. Suele ocurrir en aquellos casos en los que la muerte ha estado precedida por una enfermedad larga y dolorosa. Además, la patología crónica/grave facilita en quienes acompañan al enfermo una anticipación del duelo, por lo que las emociones pueden ser menos intensas de lo que algunas personas del entorno consideran adecuadas. Así pues, puede suceder que las críticas de los demás (o bien la propia revisión de los sentimientos atenuados) hagan propicia la aparición de la culpa.
Existen también procesos de duelo que la persona se ve obligada a superar en silencio. Se trata de esos casos en los que se produce una muerte de la que no se “debería” hablar, por generar polémica o vergüenza en el seno familiar. Son ejemplos de este tipo de muerte los suicidios (que a menudo conducen a un duelo patológico), los abortos o la pérdida de un amante al margen de las relaciones matrimoniales (relación prohibida). Estas pérdidas pueden requerir una intervención especializada, para que la persona encuentre el contexto adecuado en el que ventilar su experiencia emocional.
Algunas estrategias efectivas para aliviar las emociones asociadas al duelo son la escritura emocional (redacción de una carta dirigida al difunto en el que se expresan los sentimientos), o facilitar la comunicación simbólica con el fallecido a través de la técnica de la silla vacía (colocar dos sillas, una frente a la otra, que la persona habrá de utilizar alternativamente para representar los papeles de sí mismo y de su ser amado en una conversación donde se traten asuntos personalmente relevantes). En todo caso, propiciar la creación de un ambiente en el que se pueda hablar con seguridad sobre el fallecido es muy importante. Quien se comunique con una persona en este momento de su proceso de duelo debe mantener un tacto extremo, y saber tolerar las experiencias emocionales difíciles en los demás.
La confrontación de las emociones, y su progresiva aceptación conduce al superviviente a la asunción de nuevos retos. Entre ellos, muy especialmente, al de realizar cambios (si fuera necesario) dirigidos a atender las responsabilidades que correspondían a la persona fallecida (financieras, familiares, etc.). A ello dedicaremos las próximas líneas.

Adaptación a la vida cotidiana

Con la pérdida del ser querido, muchas de las funciones que éste cubría quedan inacabadas o no hay otra persona en la red social que cuente con las habilidades necesarias para realizarlas. Esto puede conllevar multitud de desajustes familiares (económicos, interpersonales o de otra índole), especialmente cuando durante la fase de mayor intensidad emocional tuvo lugar una dejación de funciones (en el caso de personas con cargas familiares importantes). Algunas personas también sienten estar comportándose como intrusos o faltando al respeto al familiar fallecido cuando se ocupan de las tareas que le correspondían durante su vida.
Cuando la persona fallecida asumía un rol central en el funcionamiento de la familia, su muerte puede generar una fuerte desestructuración de los cimientos interpersonales que mantienen al grupo unido. Así, es frecuente que en estos casos aparezcan conflictos familiares serios debido a la ausencia de una pieza clave en la mediación de los problemas relacionales. Estos hechos suponen un factor estresante añadido al dolor de la propia muerte, y en ciertos casos puede generar regresiones a fases anteriores en el proceso de duelo (emergencia de emociones intensas). Es necesario recordar que el dolor emocional puede avivar viejas heridas, despertando conflictos del pasado o haciéndonos revivir experiencias dolorosas que ya creíamos superadas. Es lo que ocurre en el caso de un duelo que, por su intensidad, nos hace recordar otros duelos que ocurrieron muchos años atrás. También la experiencia de duelos múltiples (los que ocurren de forma sucesiva en un periodo relativamente breve de tiempo) puede propiciar la re-experimentación de viejas situaciones de este tipo.
En todo caso, más allá de los correlatos emocionales que concurran en este momento del proceso de duelo, el aprendizaje de nuevas funciones supone una considerable oportunidad de desarrollo personal. Es cierto, también, que en determinadas circunstancias la asunción de nuevos roles/actividades puede generar una notable sobrecarga de trabajo (lo que conduzca inevitablemente a síntomas propios del burnout). Así, puede ser necesario ayudar al super-viviente a organizar el volumen de trabajo resultante en el seno familiar para evitar conflictos innecesarios. Ayudar a la persona a desarrollar una comunicación asertiva con los demás, a reforzar sus habilidades sociales o a aprender nuevos roles también pueden ser estrategias terapéuticas adecuadas para quienes acompañan a alguien en este momento del proceso de duelo.
La gestión de la experiencia emocional y el aprendizaje de nuevos roles suponen, por tanto, un paso ineludible para la elaboración del duelo. Seguidamente exponemos la última de las tareas señaladas por el modelo de Worden.

Integración del fallecido en la vida del superviviente

Aunque la muerte trae consigo un dolor inherente, la elaboración de la pérdida puede generar un importante crecimiento personal. Podría decirse que el fin último de la experiencia de duelo es, en realidad, ser capaz de recordar a la persona fallecida sin experimentar un dolor insuperable o sin que emerjan emociones difíciles e invalidantes.
Es esencial para toda persona que pierde a un ser querido llegar a integrar las vivencias con él en un recuerdo alegre y vital, asociado a las emociones positivas que se derivan de haber compartido muchas experiencias comunes. Se trata de dotar de sentido a la existencia de la persona fallecida y encontrar para ella un lugar permanente a lo largo del transcurso de la propia vida, de forma que el dolor deje paso al desarrollo de emociones positivas (así como la posibilidad de continuar con los proyectos existenciales que hubieran podido verse alterados durante la resolución del duelo).
La resolución del duelo supone la aceptación definitiva de la pérdida, pero ello no es óbice para que determinadas situaciones (aniversarios de la pérdida u otras fechas significativas) puedan provocar cierta melancolía o nostalgia. Es éste un fenómeno habitual y totalmente saludable, que puede persistir mucho tiempo después del fallecimiento y que no constituye por sí mismo un motivo de atención clínica. Rodearse de personas por las que se siente aprecio y que preferiblemente conocieran a la persona ausente, con el objetivo de compartir espacios en los que hablar sobre ella, puede dar el apoyo necesario para superar con éxito estas pequeñas crisis.


CIRCUNSTANCIAS ESPECIALES DEL DUELO

Cada duelo es diferente. Podría decirse que es absurdo hablar de experiencias comunes en el duelo, puesto que éstas van a depender estrechamente de las características de la persona que lo sufre. Aún así, cabe mencionar que determinadas circunstancias pueden dificultar notablemente la experiencia de duelo (suicidio, niños pequeños, viudedad, pérdida del vínculo con una persona con la que se mantenía una relación prohibida socialmente, problemática o ambivalente, etc.). Reservamos una reflexión sobre estas cuestiones para futuras actualizaciones del blog, puesto que exponerlas aquí excedería nuestros propósitos.